Máscara de luto
Todavía me da cosa entrar en
la cocina. Llegar y
seguir equivocándome en los
platos que sirvo a
la mesa. Fuimos dos comensales
a la luz de una vela, rodeados de oscuridad,
y unidos por
el brillo de
nuestras pupilas.
Ahora no hay nada. No me abrazas
mientras atiendo al pulpo cocido,
mas fuerte que
las ventosas del propio
animal. Atrás quedan y
quedarán esas peleas
de helado como
postre, aquellas en las que te limpiaba la vainilla
a besos de
tu cuello, aquellas en las que terminábamos unidos sobre
el suelo, sobre el universo, haciendo concreto lo abstracto,
haciendo físicas las emociones.
Los días son
noches y las noches lagos
de agua salada.
Mis sueños son
pesadillas de densa
bruma y las velas ahora
son negras, no tienen aroma.
El pitido del microondas ha sustituido
tu risa y el amargo café remplaza tus dulces
besos. ¿Dónde quedó mi
vida? En el luto
de la momia que aún
se viste de
traje. Todo yace ya.
Bajo tierra.
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